
Mirador de Floracebos
Mirador de Floracebos
Mirador de Floracebos
El Mirador de Floracebos o Flor de Acebos, es uno de esos rincones mágicos que se descubren por sorpresa mientras se recorre la carretera N-630, antes de llegar al pueblo que lleva su mismo nombre, en dirección Gijón-León. Situado en un punto estratégico del Puerto de Pajares, este mirador ofrece una panorámica única del paisaje asturiano. Con un pequeño aparcamiento que permite una parada breve pero intensa, el mirador invita a detenerse y contemplar la grandeza de la Cordillera. En los días despejados, el horizonte se abre como una postal viva, revelando los perfiles recortados de las montañas, los bosques infinitos y la profundidad de los valles asturianos. Es un lugar perfecto para los amantes de la fotografía, el vídeo o simplemente del silencio. Pero Floracebos no es solo un regalo visual. Su cercanía al paso histórico de Pajares le añade un valor simbólico: desde este punto se observa la barrera natural que durante siglos ha separado —y también unido— la meseta y el Principado de Asturias. Por aquí transitan peregrinos del Camino de San Salvador, viajeros en ruta y apasionados de la montaña que buscan reencontrarse con la naturaleza y con la historia. Floracebos es más que un mirador. Es una puerta abierta al alma de Lena, un lugar donde el tiempo se detiene por unos minutos para recordarnos lo pequeño que somos ante la inmensidad de la tierra… y lo afortunados que somos de poder admirarla.
El Mirador de Floracebos o Flor de Acebos, es uno de esos rincones mágicos que se descubren por sorpresa mientras se recorre la carretera N-630, antes de llegar al pueblo que lleva su mismo nombre, en dirección Gijón-León. Situado en un punto estratégico del Puerto de Pajares, este mirador ofrece una panorámica única del paisaje asturiano. Con un pequeño aparcamiento que permite una parada breve pero intensa, el mirador invita a detenerse y contemplar la grandeza de la Cordillera. En los días despejados, el horizonte se abre como una postal viva, revelando los perfiles recortados de las montañas, los bosques infinitos y la profundidad de los valles asturianos. Es un lugar perfecto para los amantes de la fotografía, el vídeo o simplemente del silencio. Pero Floracebos no es solo un regalo visual. Su cercanía al paso histórico de Pajares le añade un valor simbólico: desde este punto se observa la barrera natural que durante siglos ha separado —y también unido— la meseta y el Principado de Asturias. Por aquí transitan peregrinos del Camino de San Salvador, viajeros en ruta y apasionados de la montaña que buscan reencontrarse con la naturaleza y con la historia. Floracebos es más que un mirador. Es una puerta abierta al alma de Lena, un lugar donde el tiempo se detiene por unos minutos para recordarnos lo pequeño que somos ante la inmensidad de la tierra… y lo afortunados que somos de poder admirarla.
El Mirador de Floracebos o Flor de Acebos, es uno de esos rincones mágicos que se descubren por sorpresa mientras se recorre la carretera N-630, antes de llegar al pueblo que lleva su mismo nombre, en dirección Gijón-León. Situado en un punto estratégico del Puerto de Pajares, este mirador ofrece una panorámica única del paisaje asturiano. Con un pequeño aparcamiento que permite una parada breve pero intensa, el mirador invita a detenerse y contemplar la grandeza de la Cordillera. En los días despejados, el horizonte se abre como una postal viva, revelando los perfiles recortados de las montañas, los bosques infinitos y la profundidad de los valles asturianos. Es un lugar perfecto para los amantes de la fotografía, el vídeo o simplemente del silencio. Pero Floracebos no es solo un regalo visual. Su cercanía al paso histórico de Pajares le añade un valor simbólico: desde este punto se observa la barrera natural que durante siglos ha separado —y también unido— la meseta y el Principado de Asturias. Por aquí transitan peregrinos del Camino de San Salvador, viajeros en ruta y apasionados de la montaña que buscan reencontrarse con la naturaleza y con la historia. Floracebos es más que un mirador. Es una puerta abierta al alma de Lena, un lugar donde el tiempo se detiene por unos minutos para recordarnos lo pequeño que somos ante la inmensidad de la tierra… y lo afortunados que somos de poder admirarla.
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