Ermita de La Flor

Ermita de La Flor

Ermita de La Flor

En el paraje de Piedracea, a escasos dos kilómetros de Pola de Lena, se alza la ermita de Nuestra Señora de la Flor, un templo que constituye un símbolo de la identidad y la devoción del concejo de Lena.   Construida a finales del siglo XV, la ermita presenta una arquitectura sencilla y armoniosa, con un pórtico sostenido por finas columnas de madera y una puerta de acceso en arco apuntado con dovelaje decorado. Una lápida en su fachada hace referencia a su construcción por Martinus Alfonsus. A lo largo de los siglos, la ermita ha sido un punto de referencia para los vecinos, sirviendo incluso como guía sonora en días de niebla gracias al tañido de sus campanas.   La devoción a la Virgen de la Flor se remonta al siglo XV, cuando los benedictinos promovieron esta advocación mariana en la zona. Desde entonces, la ermita ha sido centro de peregrinación y escenario de la tradicional Fiesta de la Flor, que se celebra el segundo lunes después del Lunes de Pascua. Durante esta romería, los romeros, ataviados con trajes típicos, suben por el Camín Real hasta el prado donde se encuentra la ermita, acompañando a la Virgen en procesión al son de gaitas y tambores. La jornada festiva se completa con la degustación de platos tradicionales como el bollu preñáu, la empanada y la sidra.   La ermita de la Flor no solo es un lugar de culto, sino también un espacio cargado de leyendas y tradiciones. Una de las más conocidas cuenta que, durante la construcción de la ermita, las vigas que se dejaban en un lugar eran misteriosamente trasladadas por la noche al prado donde finalmente se erigió el templo, interpretándose este hecho como un designio divino.   Hoy en día, la ermita de Nuestra Señora de la Flor sigue siendo un lugar de encuentro y espiritualidad, donde la historia, la fe y la cultura se entrelazan, manteniendo viva una tradición que ha perdurado durante más de cinco siglos. 

En el paraje de Piedracea, a escasos dos kilómetros de Pola de Lena, se alza la ermita de Nuestra Señora de la Flor, un templo que constituye un símbolo de la identidad y la devoción del concejo de Lena.   Construida a finales del siglo XV, la ermita presenta una arquitectura sencilla y armoniosa, con un pórtico sostenido por finas columnas de madera y una puerta de acceso en arco apuntado con dovelaje decorado. Una lápida en su fachada hace referencia a su construcción por Martinus Alfonsus. A lo largo de los siglos, la ermita ha sido un punto de referencia para los vecinos, sirviendo incluso como guía sonora en días de niebla gracias al tañido de sus campanas.   La devoción a la Virgen de la Flor se remonta al siglo XV, cuando los benedictinos promovieron esta advocación mariana en la zona. Desde entonces, la ermita ha sido centro de peregrinación y escenario de la tradicional Fiesta de la Flor, que se celebra el segundo lunes después del Lunes de Pascua. Durante esta romería, los romeros, ataviados con trajes típicos, suben por el Camín Real hasta el prado donde se encuentra la ermita, acompañando a la Virgen en procesión al son de gaitas y tambores. La jornada festiva se completa con la degustación de platos tradicionales como el bollu preñáu, la empanada y la sidra.   La ermita de la Flor no solo es un lugar de culto, sino también un espacio cargado de leyendas y tradiciones. Una de las más conocidas cuenta que, durante la construcción de la ermita, las vigas que se dejaban en un lugar eran misteriosamente trasladadas por la noche al prado donde finalmente se erigió el templo, interpretándose este hecho como un designio divino.   Hoy en día, la ermita de Nuestra Señora de la Flor sigue siendo un lugar de encuentro y espiritualidad, donde la historia, la fe y la cultura se entrelazan, manteniendo viva una tradición que ha perdurado durante más de cinco siglos. 

En el paraje de Piedracea, a escasos dos kilómetros de Pola de Lena, se alza la ermita de Nuestra Señora de la Flor, un templo que constituye un símbolo de la identidad y la devoción del concejo de Lena.   Construida a finales del siglo XV, la ermita presenta una arquitectura sencilla y armoniosa, con un pórtico sostenido por finas columnas de madera y una puerta de acceso en arco apuntado con dovelaje decorado. Una lápida en su fachada hace referencia a su construcción por Martinus Alfonsus. A lo largo de los siglos, la ermita ha sido un punto de referencia para los vecinos, sirviendo incluso como guía sonora en días de niebla gracias al tañido de sus campanas.   La devoción a la Virgen de la Flor se remonta al siglo XV, cuando los benedictinos promovieron esta advocación mariana en la zona. Desde entonces, la ermita ha sido centro de peregrinación y escenario de la tradicional Fiesta de la Flor, que se celebra el segundo lunes después del Lunes de Pascua. Durante esta romería, los romeros, ataviados con trajes típicos, suben por el Camín Real hasta el prado donde se encuentra la ermita, acompañando a la Virgen en procesión al son de gaitas y tambores. La jornada festiva se completa con la degustación de platos tradicionales como el bollu preñáu, la empanada y la sidra.   La ermita de la Flor no solo es un lugar de culto, sino también un espacio cargado de leyendas y tradiciones. Una de las más conocidas cuenta que, durante la construcción de la ermita, las vigas que se dejaban en un lugar eran misteriosamente trasladadas por la noche al prado donde finalmente se erigió el templo, interpretándose este hecho como un designio divino.   Hoy en día, la ermita de Nuestra Señora de la Flor sigue siendo un lugar de encuentro y espiritualidad, donde la historia, la fe y la cultura se entrelazan, manteniendo viva una tradición que ha perdurado durante más de cinco siglos. 

Sólo Audio

Sólo Audio

0:00/1:34

mapa la flor
mapa la flor
mapa la flor

SERVICIOS/EMERGENCIAS

SERVICIOS/EMERGENCIAS

SERVICIOS/EMERGENCIAS